lunes, 30 de agosto de 2010

INTENCIÓN Y REALIZACIÓN Por Francisco Flores G.



Partamos de la idea que Intención es el propósito de hacer o conseguir algo, es decir, se trata de la decisión de llevarlo a cabo y que no se queda en el sólo deseo; mientras que Realización significa ejecutar una cosa.

Resulta interesante plantear si ambas ideas tienen una relación entre sí o incluso si una deriva de la otra como una consecuencia necesaria. Pareciera efectivamente que al realizar algún acto es porque tuvimos la intención para ello, pero cuántas veces hemos escuchado a otros o de nosotros mismos: Fue sin querer o Salió sin planearlo, y sin embargo se obtiene un resultado que consideramos favorable, en el entendido que no todo sucede así.

Lo que sí, es que todos los días tenemos diversas intenciones, y para llegar a su realización dirigimos nuestros actos u omisiones para lograrlo, lo que se convierte en un ejercicio permanente que forma parte de nosotros y que a la vez nos define individualmente. De ahí entendemos que existan actos “cotidianos” que la gente ha aprendido y despliega en la vida diaria como forma de convivencia, pero habrá otros actos que representen para su autor o autora eventos más importantes que el sólo sobrellevar la semana.

Imaginemos por ejemplo, al niño que se prepara con la intención de obtener la calificación máxima en una materia; a la mujer que pretende embarazarse después de varios intentos; el atleta que entrena arduamente para ser incluido en el grupo con el que su país participará en las olimpiadas; el médico que se prepara para efectuar una cirugía que salvaría la vida de una paciente. Si estas personas logran realizar lo que se propusieron sentirán una gran satisfacción, unos quizá se consideren mejores seres humanos, habrá quien sienta una elevación de su espíritu o quienes lo tomen como un crecimiento personal; será en pocas palabras, una gran vivencia para quien lo experimenta.

Pero también hay otros ejemplos: qué hay del defraudador bancario, del asesino a sueldo, del policía corrupto o del profesor que en lugar de ser un guía para sus alumnos, los hostiga, insulta o logra beneficios económicos indebidamente. Más valiera –opinaríamos- que nunca concretaran o realizaran lo que tienen como intención; aunque no podrá faltar quien acepte, imite o admire alguna de estas conductas, y ante ello nos preguntamos: ¿qué de loable puede tener algo que en sí es perjudicial?

Qué mejor que engrosar la línea entre Intención y Realización sobre todo cuando se trata de algo constructivo para la persona, e incluso reconocerlo cuando también favorece a otros. Pero digamos que no se da el resultado, que el niño no obtiene la calificación deseada que le hubiera significado ser el mejor al final del curso, que la mujer no se embarazó sabiendo que era la última oportunidad, que el atleta no fue seleccionado para ir a las olimpiadas y ya no lo será porque en la siguiente eliminatoria su edad no se lo permitirá, que la intervención del médico no tuvo como consecuencia salvar la vida de su paciente cuando pudo ser de otra manera.

Ante situaciones como éstas es muy probable que se experimente frustración, tristeza o desolación, aunque también habrá quien lo tome como un aprendizaje o un crecimiento. Lo relevante será de igual manera lo que habrá después, porque en principio podría pensarse que ya no habrá tal por tratarse de sólo una oportunidad, y ante eso tendrán la elección de quedarse en el fracaso, o crear una nueva expectativa con la confianza y osadía para realizar otras cosas. El niño podrá enfocarse en el siguiente curso, la mujer que no pudo embarazarse podrá prepararse en su vida profesional, el atleta dedicarse a la instrucción, el doctor adquirir nuevos conocimientos para sus próximas intervenciones… No hay que perder de vista que siempre quedará en cada uno crear alternativas y continuar.

En este contexto, es muy importante fijar adecuada y claramente nuestras intenciones, que nuestros objetivos vayan en función del crecimiento personal y ser responsables por sus consecuencias, en especial cuando trasciende a otros sujetos. De aquí la relevancia de las decisiones que toma la persona de quien depende la seguridad, bienestar, alivio o sobrevivencia de otras, como pueden ser el capitán de un navío, un sacerdote o un gobernante.

Habrá sin duda ocasiones en que durante el traslado de la intención a la realización, se presenten circunstancias en que pretenda imponerse lo perjudicial, negativo, dañino o perverso. Cuántas veces no nos percatamos de que es más sencillo encontrar oportunidades para dañar que para beneficiar; de ahí saber que la postura podrá ser más firme y contundente porque el perjuicio puede ser devastador. Se han presentado episodios en la historia en que está en juego incluso la sobrevivencia, y que el objetivo no puede más que ir dirigido al sometimiento y sofocación de la amenaza que el mismo ser humano ha creado. En una situación así, se explica claramente la frase que como Presidente de los Estados Unidos pronució Theodore Roosevelt al decir: “Si debo elegir entre la rectitud y la paz, elijo la rectitud.”

Todas las intenciones y realizaciones son importantes por el simple hecho de tratarse de la vida misma de las personas, y sabemos que ante la frustración que podemos sentir por la falta de realización, tenemos opciones para seguir creciendo.

Habrá quien en una situación apremiante tome decisiones drásticas por el bien propio y de otros, como existirán también los padres orgullosos por su hijo que obtuvo la calificación que deseaba, el hijo querido por la madre que por fin pudo concebirlo, un país emocionado por la consagración de sus atletas en el gran evento veraniego, un hombre agradecido con el cirujano que salvó la vida a su esposa.

La vida está hecha de realizaciones, y es cuando reconocemos de otros o de nosotros mismos la perseverancia y determinación; es cuando finalmente podemos decir: "Lo importante es concretar."